Vómito

La infancia tiene un lugar y la llamamos “La Pérgola”.
En nuestros juegos, si te caías, te decían: “Sobate con Sobalina y carne viva”.
Hoy creemos que la Sobalina era una especie de ungüento desinflamante, e inexistente, por supuesto.
Teníamos un ceibo llamado “El Hércules” y la rama más anhelada era la “Montura Dragón”, vaya a saber quién inventó su nombre, pero llegar primero era la conquista más preciada.
No había que pelearse con los varones porque te llevaban a la “Cámara Porno”, que no era otra cosa que el lugar donde el portero (que le decíamos “El Bombita”) guardaba sus utensilios de limpieza. Pero se comentaba que si te metían ahí, te hacían hacer cosas chanchas como “chupar pis”. Claro que ninguna niña entró… o vivió para contarlo. Jugábamos a la botellita y al semáforo, pero si salía el rojo no lo hacíamos porque “era para los grandes”.
El amor era bailar con la panza al aire bajo la ventana del chico que nos gustaba y recibir sus escupidas.
Eramos Zombie y Garrapata.
Y la menstruación no existía. Y el corpiño era la marca de la condena, de la que se quedaba afuera.
Por eso Sobalina. Porque es la sustancia que nos remite a la infancia, a ese lugar al que podemos seguir accediendo a partir de ciertos olores, de algunos recuerdos.
Así vivimos eso.
Porque la infancia no es más que eso. Un lugar abrigado en el aroma de una sustancia.
Por eso, Sobate.
Sobate con Sobalina y carne viva.



PILAR CENTENO, la que dibuja, nunca se comió los mocos. Pero puede besarse el codo y hacer la vertical puente

CECILIA BARRUFFALDI , la que escribe, nunca aprendió a sumar fracciones. Pero sí a tirarse de los toboganes boca abajo.